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Jornades i presentacions

Efectos de la pandemia en el cuerpo de los más pequeños/as y su abordaje (13/05/2021)

autor
Magda Mataix Simón
Psicóloga y Psicomotricista. CDIAP Delta
XI Congreso Interdisciplinar de Atención Temprana y Desarrollo Infantil: Infancia hoy, la Infancia en plural
   

 

Introducción

Acostumbramos a escuchar: “Los más pequeños, son los que mejor se han adaptado a esta pandemia”. Probablemente, pero lo que no sabemos son los efectos que tendrá en ellos. Es demasiado pronto y tan solo con cierta distancia y perspectiva seremos capaces de hacer balance. Sin embargo, algunas de estas consecuencias son ya palpables.

 

Resumen

Con este trabajo pretendo realizar una aproximación a las consecuencias de la Covid-19 que, a día de hoy, encontramos en los más pequeños/as, específicamente aquellas que se expresan en el cuerpo y generan malestar, tanto por un exceso de agitación como por un bloqueo. También plantearé la clínica desde un enfoque psicomotriz, enfatizando el uso de la mirada y de la voz, sin que por esto deje de ser abordaje corporal.

La retirada del encuentro entre los cuerpos, sin duda, genera efectos: su exclusión ha tambaleado la regulación pulsional y, en algunos casos, ha hecho despuntar el síntoma. Estas son algunas de sus versiones: inquietud y agitación motriz por un lado; inhibición y retraimiento por el otro.

El cuerpo es el lugar de asentamiento de las pulsiones. Entendemos por pulsión la fuerza constante que empuja al sujeto hacia su satisfacción. Se trata de un concepto que vincula la dimensión psíquica con la corporal y que nos aleja de los instintos. Pues si este último, el instinto, está biológicamente programado, la pulsión escapa al esquema estímulo-respuesta y se abre al campo de la polisemia del lenguaje, propia de los seres hablantes. De esta manera, la pulsión oral del bebé puede ser satisfecha tanto por la succión del pezón, como por la del dedo pulgar, por una tetina de biberón, por la orejita de un peluche o por cualquiera de los ejemplos que nos podamos imaginar. Lo humano, escapa al programa biológico pero, al igual que el instinto, la pulsión grita y empuja hacia su satisfacción.

Freud definió tres objetos hacia los que se dirige la pulsión –objeto oral, anal y fálico–. El psicoanalista Jacques Lacan añadió dos más –el objeto mirada y el objeto voz–. En psicomotricidad hemos incorporado la pulsión motriz para referirnos a la agitación del cuerpo que invita al movimiento.

La tarea del Otro de los cuidados, de aquel gran Otro que acoge al pequeño, es justamente la de favorecer y ayudar al cuerpo en su regulación pulsional. La devolución de una mirada, de una sonrisa, de un abrazo, de una mano que acompaña, de una palabra permite al cuerpo estructurarse. Es la relación, el lazo con el otro, lo que permite que el cuerpo del niño/a se ordene, se organice y que lo pulsional se regule. Si estos lazos sufren, también lo hará el cuerpo.

Con su carácter indomable, la pulsión insiste. Y cualquier grieta o fractura de lo simbólico desregulará el proceso e invitará a la aparición del síntoma. Este fenómeno, es el que he podido constatar en algunos niños/as a raíz de la pandemia de la covid-19 que, con su estallido, ha obligado a considerar otras rutinas, nuevas liturgias y formas de relación.

El conjunto de normas que limitan y ordenan los cuerpos de los más pequeños se ha multiplicado. Filas, mascarillas y marcas que delimitan espacios son las nuevas reglas del juego; límites que recaen directamente sobre el cuerpo y obligan al circuito habitual, a buscar alternativas que regulen y den salida a lo pulsional. Al mismo tiempo, se han reducido los espacios de ocio y socialización, se han limitado los espacios de expresión y movimiento y, en muchos casos, las interacciones han quedado reducidas a los llamados grupos burbuja. La restricción impuesta por las normas, junto con la limitación del lazo social y su debilitamiento, han llevado a los más pequeños a experimentar distintos tipos de malestares.

Entre ellos, destaco la agitación motriz: niños/as hiperexcitados como consecuencia de la desregulación pulsional. Cuando el mundo simbólico que abraza el cuerpo y el lazo social se debilitan, el circuito pulsional queda cortocircuitado. Resulta necesario encontrar alternativas que regulen y den salida a lo pulsional. También es habitual el síntoma del retraimiento cuando ante la fragilidad de la relación con el otro y su debilitamiento, el pequeño se desliza hacia juegos cada vez más solitarios donde el Otro ya no es necesario.

 

Conclusiones y comentarios

¿Y qué abordaje podemos plantear por parte de los profesionales de Atención Temprana? Introducir al cuerpo en el trabajo terapéutico a partir de las medidas sanitarias oportunas es fundamental para dar salida a lo pulsional y permitir una nueva regulación. Con o sin contacto físico, es necesario hacer presentes los cuerpos a partir de los recursos que este nos ofrece.

El terapeuta se presenta como aquel Otro que con su presencia permite al/la pequeño/o construir el cuerpo. Con la Covid 19, la distancia se impone como medida necesaria, lo que obliga a servirnos de otros recursos más allá del contacto estrecho. La voz y la mirada se convierten en los instrumentos más habituales. Hacer entrar el cuerpo en sesión, es decir, hacer uso del juego sensoriomotor –saltar, correr, escalar– con todo lo que este posibilita –juegos de aparecer y desaparecer, perseguir y ser perseguido, construir y destruir, juegos de oposición– permiten poner al cuerpo en acción y, lo más importante, sentir lo en relación a un otro que acoge todas sus producciones. Este otro, terapeuta, permite poner en marcha el vínculo y reestablecer el lazo social entre los cuerpos, debilitado en los tiempos actuales.

La palabra se nos presta como recurso fundamental para vestir la normativa que se impone, dulcificar la interdicción y hacerla comprensible al niño/a.

A los profesionales que trabajamos con los más pequeños/as nos toca inventar nuevas modalidades de juego y relación que permitan dar salida a los cuerpos que pugnan por expresarse.

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